DECEPCIÓN DE LOS PRIMEROS PUESTOS (P. Manuel Tamayo)
Hace unos días, en un cumpleaños familiar, se desató una conversación que fue creciendo en intensidad por la preocupación que traía el tema: la situación actual de los colegios con respecto a la educación de los chicos. Los que intervenían esgrimían argumentos contundentes para señalar las graves falencias de la educación peruana y el exceso de pasividad o permisivismo por parte de los actuales maestros, que en muchos casos, han perdido el control de sus alumnos y se han convertido en sirvientes de los caprichos de los chicos, que además son respaldados por sus propios padres.
En muchos colegios de nuestro país los chicos y la familia imponen los modos en que deben ser educados los alumnos, por sus profesores. Con los sistemas actuales los alumnos son consentidos y los profesores exigidos, valga la redundancia, para no exigir en temas elementales de formación humana y algunos también en cuestiones académicas, cuando se hace necesario aprobar a los alumnos para no perder las entradas económicas que representan.
Muchos alumnos de hoy, en un número significativo de colegios y dejando de lado las excepciones, salen malcriados, contestatarios, con un espíritu crítico negativo y muchos de ellos cargados de desórdenes y de vicios.
Los padres de familia permisivos cierran los ojos a la realidad pensando que la juventud es así, que siempre ha sido así, que todos han pasado por lo mismo y que las cosas después se pueden arreglar. La ceguera de los padres tiene su origen en el ambiente mundial de relativismo donde todo da lo mismo y cualquier opción que se siga puede ser válida.
Las mejores cabezas
Pues bien, en este artículo, vamos a referirnos solo a los alumnos más inteligentes, a los primeros de la clase. Todavía algunas personas piensan que los alumnos que ocupan los primeros puestos van a tener éxito en la vida; que las notas que sacan y los temas que dominan los van a colocar muy alto en el entorno profesional y social.
En las circunstancias actuales es penoso observar que muchos chicos que fueron brillantes en sus estudios escolares y universitarios han terminado siendo unas "joyitas" en el mundo profesional y social, algunos están en la cárcel y otros siguen deambulando y causando estragos por donde pasan. Algo importante está fallando en la educación.
Está claro que educar no es sólo conseguir que el alumno destaque en los aspectos académicos, no basta que sea buen matemático y que aprenda idiomas. No es correcto que un educador diga: "a fulanito le irá muy bien porque tiene una cabeza extraordinaria y porque saca las mejores notas"
Hace poco en una reunión, con insignes educadores, salieron nombres de premios de excelencia de los colegios que fracasaron en la vida universitaria y otros que hicieron una carrera brillante con maestrías y doctorados y que les fue muy mal en la vida profesional.
También existen grandes cabezas, que han destacado mucho en los estudios, con serios problemas familiares (peleados con sus parientes, incomunicados con sus hijos o con sus padres, verdaderas tragedias), otros con problemas morales (alcoholismo, drogas, corrupción).
En un número significativo de colegios se da una mala orientación a los talentos porque se les forma solo para una competividad académica con un liderazgo vanidoso. Ser emprendedor significa, para una significativa mayoría, sacar adelante los negocios y lograr buenos beneficios económicos. Para muchos basta la capacidad, piensan que las virtudes humanas son sólo las que crean una personalidad capaz de sacar cosas adelante. ¿Dónde queda la formación moral? ¿Quién les enseña la virtud de la humildad? ¿Quién les enseña a no ser traferos, mentirosos o manipuladores? ¿Quién consigue que sean respetuosos con el prójimo?
Se equivoca quién selecciona a una persona solo porque tiene cabeza y un buen rendimiento en los estudios. Es necesario medir otros aspectos: ¿cómo es su carácter?, ¿cómo trata a los demás? ¿qué es lo que realmente quiere hacer?
Cuando la selección de personas parcializa al profesor y termina discriminando
Un educador no puede ser un hombre que hace acepción de personas. No puede tener un grupito de elegidos que son sus preferidos, aunque esté seleccionando a los mejores de acuerdo a la capacidad o a la inteligencia. A los más dotados hay que enseñarles a utilizar sus cualidades para ayudar y servir a los demás. El más inteligente, si está bien formado, tendría que ser el mejor servidor.
El educador debe ser un artista para saber situar y colocar a los alumnos en el lugar adecuado. También hay que decir que es más inteligente el que sabe situarse bien. El mejor sitio no es el de la conveniencia propia sino el lugar donde se puede servir mejor, es el lugar donde se puede rendir más y donde se desarrolla mejor el talento de una persona.
Tampoco se puede olvidar que la calidad de una persona es la calidad de sus relaciones. El inteligente se lleva bien con todos no por ser permisivo, (es más bien exigente), sino por ser comprensivo. Es una persona que sabe tener afecto y estima por los demás, aunque tengan errores.
Para las grandes obras Dios escoge a los talentos medios. Aquellos que quizá no hayan brillado tanto en los estudios pero que son muy buenas personas. Se ha comprobado que pueden llevar, y así lo demuestra la historia, más peso encima y tener más responsabilidad que las grandes lumbreras. Es más fácil que ellos tengan la inteligencia al servicio de la obediencia, que es la virtud que hace libre y muy útil al ser humano.
Dios “…a elegido a lo débil del mundo para confundir a lo fuerte…” (S. Pablo, Cort. 1, 16-29).
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